El otro día estuve charlando con una persona extraordinaria. Una de las anécdotas que me contó me parece digna de ser compartida. Y, como creo que a ella no le va a importar, lo voy a hacer.
Hace bastantes años, esta amiga mía trabajaba –entre otros– con alumnos universitarios. En cierta ocasión, uno de ellos quiso hablar en privado con ella para hacerle una pregunta personal importante.
— Tú estás siempre contenta –le dijo el chaval–, llena de entusiasmo, pareces feliz y tienes más energía que cualquiera de nosotros. ¿Cómo lo haces? ¿Me puedes decir cuál es tu secreto?
— ¿El secreto? Claro que hay un secreto –le contestó mi amiga– y ahora mismo te lo voy a decir, porque es muy sencillo. Difícil, pero muy sencillo: hacer el bien a los demás. ¿Quieres ser feliz? Ayuda a tus semejantes. No hay más.
Y ya está. La historia es muy simple. Pero el consejo de mi amiga podría ser revolucionario, ¿no te parece?
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