viernes, 18 de julio de 2025

Comprometido con el aprendizaje del vecino

Si uno busca en Google algo parecido a "comprometidos con el aprendizaje de los alumnos", encontrará docenas de páginas que insisten, con menor o mayor vehemencia, en que todos los profesores deben tener dicho compromiso. Estas páginas podrán ser de pedagogos, profesores, grupos educativos, asociaciones y hasta de diferentes instancias oficiales de ministerios de educación de distintos países.

A mí, en cambio, esta idea me parece un evidente fetiche del pensamiento, uno especialmente necio y potencialmente peligroso. Trataré de explicarme en las siguientes líneas.

¿Estoy yo comprometido con que mis alumnos aprendan? Rotundamente, no. Ningún profesor puede estarlo, porque su compromiso es con la enseñanza, no con el aprendizaje. 

¿A quién le corresponde aprender los contenidos de mi asignatura? ¿A mí? No, ya los sé (o eso creo). Les corresponde a mis alumnos. ¿Acaso yo puede aprenderles? De ningún modo, yo puedo enseñarles, es decir, hacer todo lo posible por que aprendan. Pero quienes aprenden o no son ellos. Por tanto, ellos son quienes deben adquirir el compromiso sobre lo que les compete. 

Por decirlo aún más claro: yo no puedo comprometerme a que otra persona haga algo; sólo puedo comprometerme a hacer algo yo. Esto es de una obviedad palmaria. Quien no entiende esto no entiende nada, así tenga dieciocho doctorados en pedagogía.

Esta confusión, además, es nociva o peligrosa, porque contribuye a diluir la responsabilidad del alumno y a colocarla sobre los hombros del profesor. En muchas de las encuestas docentes que los alumnos cumplimentan en las universidades españolas, una pregunta habitual es precisamente ésta: ¿está el docente comprometido con tu aprendizaje? La preguntita (con sus diferentes formulaciones lingüísticas) es perversa, por el motivo señalado: ¿que yo no he aprendido nada? Claro, es que mi profesor no estaba comprometido con mi aprendizaje

Algo parecido se podría decir para la dichosa matraca de la motivación: ¿que el alumno no está motivado? Claro, es que el profesor no lo ha motivado. Y así, los pedagogos señalan diferentes fuentes de motivación que el profesor debe cultivar, pero todas ellas externas al alumno. Como si la motivación auténtica no fuera algo interno a cada uno. Como si un profesor pudiera enseñar algo a quien no se deja.

Para colmo, estos disparates se suelen presentar envueltos en formulaciones del tipo "convertir al alumno en el eje de su propio aprendizaje". ¿Cómo, eximiéndole de todo compromiso, de toda responsabilidad?

Lo dicho: fetiches del pensamiento, ídolos de brillantes colores ante los que sacrificamos la poca sensatez que nos va quedando.


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