miércoles, 2 de junio de 2021

De periodistas, lenguaje, pensamiento y sociedad

Me resulta difícil leer un periódico o escuchar un noticiario sin irritarme. Muchas veces me parecen un ejemplo magnífico de necedad, un síntoma claro de la tontuna que nos ahoga.  Por si acaso, me apresuro a aclarar que no siempre, y que hablo en términos generales, y que existen magníficos profesionales, cultos, inteligentes y capaces; pero creo que son, cada vez más, la excepción. Los periodistas de los que hablo son víctimas de un estado general de incultura galopante, pero también sus impulsores más decididos. Averiguar si fue antes el huevo o la gallina excede mis capacidades.

Quiero dedicar unas líneas a ejemplificar algunos de los irritantes usos que, a mi modo de ver, sólo se explican si el nivel intelectual del periodista es tirando a lamentable. No citaré las fuentes, por motivos evidentes, pero no me invento nada.

1. Un primer tipo de casos son los errores léxicos, que denotan un pensamiento romo, incapaz de percibir matices. Algunos ejemplos :

  • Desde hace tiempo, ya nadie analiza la situación de algo, se plantea alternativas de actuación, o estudia las posibilidades futuras. Ahora sólo se calculan diferentes escenarios. Como si todo esos términos fueran equivalentes, y estudiar un escenario tuviera sentido fuera de la dramaturgia.
  • Últimamente nadie nadie critica algo o a alguien, sino que arremete contra algo o alguien. Y no es lo mismo, se mire como se mire.
  • Últimamente las acciones no son urgentes, necesarias, perentorias, imprescindibles, ineludibles... Ahora todo se hace sí o sí. Adiós al matiz.
  • Alguien pensó que tensar no era suficientemente largo, e inventó tensionar. (Desde entonces, estoy esperando a que alguien largue el primer tensionamentar.) Con la pandemia, los hospitales no estaban saturados, sino tensionados. Y a partir de aquí, se está produciendo una propagación vírica (nunca mejor dicho) del uso de la palabrita de marras.
  • Hay errores que producen casi hasta ternura. Ayer mismo, alguien explicaba en un periódico que el tramo más barato en el nuevo sistema de tarifas eléctricas corresponde a los findes de semana...

2. Otro tipo de usos irritantes consiste en noticiar lo obvio. Algunos ejemplos:

  • El otro día, un periódico daba la noticia de que una mujer, supongo que famosa, había dado a luz después de nueve meses de embarazo. ¡Insólito, pardiez!
  • Ayer mismo, otro periódico, tras presentar los tres tramos de facturación eléctrica que entran en vigor este mes, publicaba un artículo titulado "Cómo ahorrar en la factura eléctrica", en el que explicaba que, para pagar menos, había que evitar los tramos más caros y consumir en los más baratos. ¡Quién podría imaginar tamaña audacia ahorradora!
  • La prensa deportiva es especialista en lo obvio, tal vez porque tiene que rellenar unos espacios enormes que algún otro necio ha reservado de antemano. Así, un día sí y otro también nos enteramos de noticias tan impresionantes como que tal equipo de fútbol ha entrenado con normalidad, o que tal otro afronta su próximo partido con la intención de ganar...

3. Ya que ha salido el asunto, y aunque me aparto un tanto de mi intención inicial, no me resisto a comentar algunos usos del periodismo deportivo, ámbito feraz en el que florecen todas las tontadas lingüísticas habidas y por haber. Por citar sólo algunos casos:

  • La absurda eliminación de los determinantes, que hace que un futbolista corra por lado derecho, o chute con pierna izquierda.
  • Ahora los deportistas no se lesionan, por ejemplo, en una pierna (o en la pierna derecha), sino en una de sus piernas (o en su pierna derecha). ¿Acaso puede alguien lesionarse en la pierna del vecino?
  • Ahora los futbolistas no avanzan, sino que progresan; no se caen y se levantan, sino que pierdenrecuperan la verticalidad; no entran en el campo, sino que ingresan en el terreno de juego.
  • El campo de fútbol es el terreno de juego, pero también el césped, el verde, y hasta el pasto. El saque de banda es también de lateral, de costado, de lado. La camiseta de los jugadores es también camisola, elástico (hasta ahí, pase) e incluso zamarra. ¿Para cuándo jubón?
  • No quiero dejar sin señalar los increíbles hábitos prosódicos de los comentaristas deportivos, que darían para varias tesis doctorales: su enloquecedora capacidad aulladora, sus grupos fónicos alterados, sus patrones entonativos chiripitifláuticos, sus desesperantes muletillas...
  • Mi ejemplo favorito es el del periodista que dijo que no sé qué futbolista había metido un gol de un formidable testarazo con pierna derecha...

4. Por supuesto, no todo lo que me irrita de un periodista tiene que ver con el lenguaje. Lo peor es la trampa, la tergiversación, la manipulación y la mentira. Pero esto (que, por cierto, también se realiza por medio del lenguaje) requeriría otro espacio específico. En el primer párrafo, hablaba de periodistas cultos, inteligentes y capaces. El caso es que no basta con eso para ser un buen periodista: también hace falta no estar sometido económica o ideológicamente, estar razonablemente libre de prejuicios, no ser una mala persona... ¿Quién dijo que ser periodista fuese una cosa fácil?

He descrito algunos usos lamentables del periodismo actual. Hay más, y no sólo los cometen los periodistas. Podría decirse que la mayoría de ellos son meramente lingüísticos, pero, tras el lenguaje, se sitúa el pensamiento. Y creo que muchos de los ejemplos anteriores no lo son sólo del mal decir, sino también del mal pensar.

Esta pobreza expresiva y mental de la prensa, ¿a qué obedece? Caben dos respuestas: en la primera, los periódicos rebajan sus exigencias (eliminan los correctores, etc.) por un afán miope de reducir gastos, al entender que a la sociedad no le importan demasiado esas lindezas; en la segunda, se trata de una operación consciente para rebajar el nivel del discurso público, porque así se consigue una sociedad más manipulable. En ambos casos, la culpa última no es de los periodistas, sino de quienes les pagan, y de la sociedad, que ni discierne ni discrimina; o sea: de nosotros. Es, por tanto, nuestra responsabilidad.