martes, 27 de abril de 2021

Otro fantasma (más) recorre Europa (una vez más)

El pasado 23-04-2021, se publicó en el BOE la Ley Orgánica 5/2021, de 22 de abril, de derogación del artículo 315 apartado 3 del Código Penal. En el preámbulo de dicha Ley, se realizaba un durísimo ataque explícito al PP. Copio algunas líneas:

Con la crisis como oportunidad, desde la llegada al Gobierno del Partido Popular en diciembre de 2011, se inició un proceso constante y sistemático de desmantelamiento de las libertades y especialmente de aquellas que afectan a la manifestación pública del desacuerdo con las políticas económicas del Gobierno. La reforma laboral, que prácticamente excluyó la negociación colectiva de los trabajadores y que devaluó o directamente eliminó otros muchos de sus derechos, no pareció suficiente y por ello se reforzaron, con ataques directos, todas las medidas que exteriorizaron el conflicto, utilizando la legislación en vigor.

Es evidente que lo anterior no es la expresión recta de unos hechos, sino una interpretación de los mismos. El grado de acierto de dicha interpretación es irrelevante (a mí, por ejemplo, no me parece del todo desatinada); lo importante es que el gobierno ha utilizado el BOE para acusar a su principal rival de haber actuado de manera ilegítima y de haber llevado a cabo un "sistemático desmantelamiento de las libertades". La constancia pública que implica el BOE pretende convertir en un hecho cierto lo que sólo puede ser una crítica particular (sea o no acertada). Esto es inaceptable.

La democracia no consiste en tener razón, sino en cumplir las normas y acatar las decisiones comunes, aunque no estés de acuerdo con las normas o te parezcan equivocadas esas decisiones.  Si estás tan convencido de tener razón que te consideras por encima de las normas y de los consensos, te has rendido a un pensamiento dogmático y totalitario, puedes ya considerarte un aspirante a dictador, un mero tirano, al menos in pectore.

Lo del BOE es el último caso de un fenómeno alarmante: la proliferación del pensamiento totalitario. Los ejemplos son incontables y vienen desde cualquier ámbito social. La creciente crispación política que estamos viviendo no es sino uno de sus síntomas más evidentes.

El pensamiento totalitario puede tener que ver con las ideologías, ya que éstas (y puede que algunas más que otras) contienen en sí mismas el germen de la dicotomía entre adeptos y adversarios; permiten plantear la vida como una confrontación entre ideas, y de ahí es fácil pasar a una confrontación entre personas. Pero son sólo unos determinados individuos los que aprovechan esta gatera y se deslizan por la pendiente de la confrontación, y en el fondo lo hacen, creo yo, no por motivos ideológicos, sino psicológicos o éticos (es decir, por alguna falla psicológica o ética en su interior).

Hay personas (estoy pensando en algún que otro periodista famoso) a quienes les resulta difícil entender el mundo sin contar con enemigos. Para estas personas, las ideologías no son un andamiaje en el que encajar los hechos, los conocimientos y las opiniones, una guía para la vida y sus afanes, sino un proveedor de enemigos: alguien más que algo contra quien luchar, a quien combatir o, directamente, agredir.

En los últimos años, parece que estuviéramos viviendo un resurgir de las ideologías. Sin embargo, creo que es un espejismo: lo que se ha avivado es el confrontamiento personal (o peor aún, el confrontamiento grupal, de manada, que no de clase), que utiliza las ideologías como herramienta. Una herramienta que tampoco es necesario conocer en profundidad, o mantener engrasada y a punto, puesto que la pelea en la que se utiliza es burda, a garrotazos (como la premonitoria  escena de Goya). 

¿Por qué hemos entrado en esta deriva? ¿Quién consigue qué cosas gracias a esta continua confrontación? ¿Responde a un plan trazado por alguien, o es sólo el inevitable curso de los tiempos? ¿Hay alguien avivando el fuego o se alimenta solo? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer? Lo siento, pero no tengo respuestas. Sólo sé que la Historia nos advierte de que, si no corregimos el rumbo, el futuro que nos espera puede ser desolador.

Una sencilla pregunta para ti, lector, a modo de estrambote: cuando, unos párrafos más arriba, hablaba de "algún que otro periodista famoso", ¿en quién has pensado? ¿Te has acordado sólo de uno, sólo de un determinado medio de comunicación, de un sesgo ideológico concreto? ¡Cuidado! De ser así, conviene que te hagas un buen análisis, porque puedes estar infectado del virus del totalitarismo.


martes, 6 de abril de 2021

Fútbol, pandemia y estulticia

El pasado 3 de abril, día de la final de Copa del Athletic contra la Real, sucedieron en Bilbao varias cosas difíciles de entender, al menos para mí, sobre las que me gustaría reflexionar brevemente:

1. Al parecer, el número de los descerebrados es mayor de lo que comúnmente queremos admitir. Ese día, un montón de personas, bastantes de ellas formando desde el principio grupos de más de cuatro, se fue poco a poco dirigiendo hacia unas determinadas zonas de Bilbao. ¿A qué iban, sino a congregarse? ¿Acaso no sabían que semejante agrupación estaba expresamente prohibida por las autoridades? Por supuesto que sí: simplemente, les daba igual. ¿Acaso desconocían que su actuación acarrearía muy probablemente un agravamiento de la situación sanitaria? Por supuesto que sí: simplemente, les daba igual. Cuánta razón tiene el viejo dicho: si los tontos volaran se nublaría el sol.

2. Buena parte de esos botarates eran jóvenes, pero no todos. Además, estoy un poco harto de que ser joven se convierta en un paraguas que todo lo cubre. Por una parte, sabemos que un quinceañero puede muy fácilmente comportarse como un inconsciente atolondrado; pero eso no impide que pueda y deba ser reconvenido y controlado por sus mayores. Por otra parte, ¿desde cuándo un treintañero puede pasar camuflado como si fuera un niñato? Resulta que son ciudadanos con todos sus derechos, pero pretenden que se les rebaje parte de sus deberes "porque son jóvenes". ¿Pero qué timo es éste?

3. La actuación de las autoridades ha sido, una vez más, lamentable. Se pasaron los días previos exhortando al personal a no hacer nada fuera de lo común, pero fueron incapaces de prever lo que todo el mundo sabía: que sus deseos no se iban a cumplir. ¿Por qué no hubo nadie impidiendo los desplazamientos hacia el centro de Bilbao de los grupos numerosos? ¿Por qué no hubo nadie impidiendo que la gente comenzara a congregarse? ¿Por qué los bares de esas zonas no fueron seriamente advertidos o controlados? Nada de esto se hizo, de modo que, cuando una muchedumbre ya estaba congregada, por ejemplo en la calle Licenciado Poza, y cuando unos vándalos provocaron disturbios amparados en ella, la autoridad se vio incapaz de intervenir sin causar problemas mayores de los que debía solucionar, y no tuvo más remedio que abandonar la zona a su suerte, tras disparar, no se sabe muy bien para qué, media docena de pelotas de goma. Más tarde, y para más inri, nuestro lehendakari no sólo no hizo la menor autocrítica, sino que apoyó decididamente la actuación de la Ertzaintza, es decir, le pareció bien que la autoridad consintiera que se vulnerasen las normas. Asombroso...

4. A mi modo de ver, todos los bares que participaron en el jolgorio merecerían haber sido fulminantemente clausurados, por incumplimiento grave de las normas anti covid. Sin embargo, mucho me temo que no sólo no recibirán el menor castigo (o acaso una multita ridícula en comparación con sus ingresos de la jornada), sino que seguirán clamando por recibir mayores ayudas públicas, y seguirán presumiendo de su exquisito cumplimiento de las normas. Y todos los apoyarán, incluidos los pocos hosteleros que sí las cumplen. Así nos va.

5. Una última pregunta: ¿la actuación de las autoridades habría sido la misma si el motivo de las concentraciones hubiera sido otro diferente al fútbol y al Athletic?