lunes, 24 de enero de 2022

Libertad e igualdad

Libertad e igualdad son dos palabras muy manidas, cuyo significado, con tanto uso, se vuelve cada vez más vago. Me resulta curioso, por cierto, que la tercera parte del eslogan revolucionario, la fraternidad, haya casi desaparecido de la escena. ¿Tal vez porque contiene un elemento algo más espiritual, porque interpela a un resorte más recóndito de nuestro corazoncito, y eso la convierte en un concepto menos apto para el debate público? Sea como sea, me gustaría dedicar estas líneas a reflexionar sobre la libertad y la igualdad, en la medida de mis pobres entendederas.

En primer lugar, hablamos de dos ideales que no pueden pretenderse de manera absoluta, sino relativa. Nadie puede aspirar a una libertad completa, puesto que debe compaginarla con la de sus congéneres; del mismo modo, todos somos únicos y una igualdad completa entre nosotros no sería ni posible ni deseable. Una vez más, lo difícil es el equilibrio.

También resulta difícil saber cuándo estas palabras se usan de una manera inocente. Nuestra especie es capaz de lo mejor y de lo peor, a la vez: el lenguaje con el que nos comunicamos nos sirve también para engañarnos; los grandes ideales nos empujan a construir un mundo mejor, pero también los usamos tramposamente para nuestros propios intereses.

Hay una manera reduccionista de entender la libertad, que la equipara con el cumplimiento de la propia voluntad o, más aún, con la satisfacción de los deseos propios. Todo ello está relacionado, obviamente, pero no es ni mucho menos lo mismo.

Hoy en día, estamos viendo cómo los sectores políticos que más se identifican, por su cercanía o simpatía, con los ricos y los poderosos enarbolan cada vez con más insistencia y desparpajo la palabra "libertad". Según ellos, estamos sufriendo un ataque sistemático contra la libertad individual, llevado a cabo no se sabe muy bien por quién (porque unas veces lo hace "la izquierda" y otras, "la plutocracia internacional"). ¿Qué libertad es la que pretenden salvaguardar estas voces? Me temo que, en realidad, de lo que hablan es de  liberalización y desregularización. Dicho de otro modo: quieren la libertad de hacer de su capa un sayo para ganar dinero de todos los modos posibles, sin tener que preocuparse de pequeñeces morales o legales.

La voluntad individual siempre deberá sujetarse a la voluntad general, vale decir, la ley. En los últimos tiempos, cada vez más gente, en un abanico de asuntos cada vez más amplio, protesta si se le obliga a cumplir las normas, porque lo presenta como un atentado a su libertad. Pero el caso es exactamente el contrario. La pandemia nos ha proporcionado múltiples ejemplos de este despropósito.

Por su parte, detrás de la bandera de la igualdad pueden encontrarse no pocas veces sentimientos de  revanchismo o de pura envidia. Se olvida así que igualdad no significa uniformidad. Que todos reciban lo mismo no es justo, porque no todos aportan lo mismo: hay ciudadanos ejemplares y también sinvergüenzas redomados; los hay trabajadores y vagos, capaces y lerdos, etc. Una cosa son las oportunidades y otra, su aprovechamiento.

Además, si bien la igualdad debe estar en las oportunidades, tampoco éstas tienen por qué ser idénticas para todos. Hay que distinguir entre lo que depende de nosotros y lo que no. Por poner algún ejemplo de brocha gorda: las oportunidades para que un niño ciego sea pintor, o futbolista profesional, son cercanas a cero; sin embargo todos sabemos que un niño europeo blanco va a tener más posibilidades de vivir mejor que una niña afgana; o uno nacido en el barrio de Salamanca y otro echado al mundo en la Cañada Real. Al niño ciego habrá que que brindarle otras oportunidades; pero modificar lo segundo sí que está en nuestra mano. Y no lo hacemos.

Creo que la educación en nuestro país (y tal vez en otros) es un buen ejemplo de perversión del concepto de igualdad: bajo la bandera de la igualdad de oportunidades, se ha eliminado el mérito, se han rebajado las exigencias para que puedan ser cumplidas cada vez más fácilmente por cada vez más alumnos y, en resumen, se ha igualado a todos por abajo, en una búsqueda insensata y quiero creer que inconsciente de la mediocridad.

En definitiva, libertad e igualdad son dos mecanismos sociales, en cierta medida antagónicos, que deben ajustarse y equilibrarse constantemente. Y la herramienta para efectuar esos ajustes se llama justicia. ¿Es justo que tal individuo disfrute de la libertad de hacer tal cosa? ¿Es justo que tal individuo reciba el mismo trato -en lo que sea- que tal otro? (Pero, por supuesto, y como siempre: ¿quién es capaz de contestar estas preguntas?)

Tiendo a desconfiar del privilegiado que grita "libertad", del mismo modo que desconfío del paria que grita "igualdad". Por supuesto, ambos casos pueden estar plenamente justificados (aunque parece que uno debería sentir más simpatía por el paria que por el privilegiado, independientemente de sus anhelos o reivindicaciones). 

Es comprensible que defiendas la vigencia de la ley de la selva si tú eres el león; en cambio, si fueras la gacela, preferirías que las relaciones entre los animales estuvieran reguladas por leyes consensuadas entre todos.

viernes, 14 de enero de 2022

Obviedades separatistas

El mensaje que España, de manera general, ha sostenido y sostiene en Cataluña es: "no puedes separarte de nosotros y, si lo intentas, lo impediremos por todos los medios". 

El mensaje que debería dar es: "no queremos que te separes de nosotros y, si nos escuchas, creemos poder convencerte de que seguir juntos es lo mejor para todos".

El primer mensaje apela a la fuerza; el segundo, a la razón. Para sostener el primer caso, hace falta tener preparada la policía, el ejército, o lo que fuese necesario; en el segundo, lo que hay que tener preparados son argumentos. En el primer caso, se aspirar a vencer; en el segundo, a convencer.  Cuando se maneja la fuerza, se gana o se pierde; cuando se razona y se argumenta, no se pierde, sino que, en ocasiones, se cambia de opinión.

España dispone (en principio, al menos) de la fuerza precisa para el primer caso. ¿Dispone de los argumentos precisos para el segundo? Y si los tiene, ¿para qué necesita la fuerza?

Yo aspiro a vivir en el segundo de esos dos países. El primero no deja de ser una cárcel. ¿Y desde cuándo al carcelero le sorprende que el reo aspire a escapar?

Todo lo anterior es válido para cualquier otro lugar. La diferencia estriba en la cantidad y calidad de los argumentos que puedan aportarse en la discusión, en un sentido u otro. 



miércoles, 5 de enero de 2022

Música de moda: ¿música?

He visto en un periódico la lista de los cinco cantantes más seguidos en España este pasado año 2021 en Spotify, así como la de las cinco canciones más escuchadas. Como comprenderá quien siga leyendo estas líneas, prefiero no dar los nombres. El caso es que he indagado sobre esos músicos, he escuchado esas cinco canciones con atención... y ahora estoy un tanto aturdido.

Como los nombres de las dos listas no coinciden, y en tres de las canciones intervienen varios autores, el número total de cantantes involucrados es once. Todos ellos son puertorriqueños o colombianos y se dedican, básicamente, al reguetón y al trap latino. Las cinco canciones van, efectivamente, en esa línea.

Tratar sobre la calidad musical es siempre delicado, pero creo que tengo una mínima cualificación para intentarlo. Si nos pusiéramos exquisitos, podríamos llegar a afirmar que esas cinco canciones son basura musical, pero eso sería excesivo. Sí creo que puede sostenerse que son muy pobres, musicalmente hablando, y que ninguna de ellas merece ser recordada (ni siquiera escuchada, probablemente). Comprendo que la ópera wagneriana por decir– no sea lo más seguido en ninguna parte, pero es que estos cinco casos se sitúan justo al otro extremo. 

No se puede comer a diario en un restaurante de tres estrellas michelín, porque no hay estómago (¡ni bolsillo!) que lo resista, pero existen magníficos locales en los que comer un menú del día asequible, sano y sabroso. Lo que no se debe consumir es comida-basura, sea rápida o lenta, barata o cara (casi siempre rápida y barata, al menos aparentemente). Lo mismo pasa con el arte, en general, y con la música, en particular. Cada año se publican, en España y en todas partes, muchas más de cinco canciones sanas y sabrosas, es decir, bonitas e interesantes. Estas cinco, en cambio, no son al menos para mí sabrosas, ni mucho menos sanas.

Llegamos así a la parte más comprometida, porque tiene que ver con mis percepciones, mis ideas y mis gustos. Se trata de que los vídeos de las canciones, los aspectos personales, los atuendos, las poses, las letras... todo me resulta desagradable, en términos generales, e incluso despreciable en no pocas ocasiones. Lo asocio con cierto modelo de actitud y comportamiento, social y personal, que sitúo en las antípodas de mi ideal, y que creo que es francamente nocivo, especialmente para los jóvenes que lo consumen. 

Es difícil argumentar concienzudamente los motivos de mi desprecio y me llevaría mucho tiempo intentarlo. Tampoco creo que sea el momento de ensayar generalizaciones pomposas, que pueden sonar muy sesudas pero que vaya usted a saber si son correctas (por ejemplo: el rap es una expresión musical del neoprimitivismo de nuestra época, que es a su vez un síntoma de la decadencia de nuestra civilización). Como no estoy seguro de poder hacer nada de esto bien, me limitaré a copiar algunos versos escogidos de estas canciones, repletas de machismo, sexismo, consumismo, exaltación de la fiesta discotequera y del consumo de sustancias adictivas:

  • Contigo quiero despertar / Hacerlo después de fumar
  • Aunque quiero comerte to' eso completo / De ese culo me volví un te'co
  • Micro dosis, rola, oxy / Besando esos labios glossy / Ya yo le di en to'as las posi'
  • Me enamoré, precisamente, de una chica que no es mía
  • Si me dieran solo 24 hora', yo la' aprovecho / Jura'o que yo voy a hacerte cosa' que nunca te han hecho
  • Si me das tu dirección, yo te mando mil carta' / Si me das tu cuenta de banco, un millón de peso' / [...] / Y yo te compro un Banshee / Gucci, Givenchy /Un poodle, un frenchie / El pasto, los munchie'

Sé que una crítica tan rotunda puede ser injusta (¿tendrá que ver mi edad?), y me disculpo por ello, pero uno no puede dejar de tener sus filias y sus fobias.

En fin, sólo me resta confiar en que estas estadísticas contengan algún sesgo, del tipo que sea, y que haya otras muchas personas escuchando otras músicas, en Spotify o donde sea. Porque, de no ser así, aviados vamos.