viernes, 28 de mayo de 2021

Palabras en cuarentena

Decía Borges que el lenguaje es un ordenamiento eficaz de la enigmática abundancia del mundo.  En efecto, gracias a las palabras somos capaces de entender y manejar la realidad. Pero, como siempre, no todas las palabras son iguales. Algunas tienen un significado claro y preciso, mientras que otras provocan una constelación de significados múltiples. (En realidad, no hay palabras con un único significado unívoco y constante, salvo y tampoco del todo en los usos metalingüísticos. Pero existen, como siempre, los grados.)

Hay muchas palabras que tienen un significado tan amplio, tan impreciso, tan dependiente de las circunstancias, y que son además tan manidas, se utilizan para tantos fines y con tantos sentidos, que al final pueden expresar casi cualquier cosa, de modo que, en rigor, apenas significan nada. Me gustaría dedicar las siguientes líneas a repasar algunas de ellas.

En el ámbito universitario, que me es más propio, se repiten como mantras términos como aprendizaje inclusivo, significativo, transversal o autónomo; también interdisciplinariedad, interculturalidad, calidad o competencias. Nadie sabe muy bien qué significa ninguno de esos términos, a pesar de (o precisamente debido a) que se han escrito ríos de tinta sobre ellos. Quien las utiliza, puede que lo haga en un sentido recto (de acuerdo a una determinada definición o concepción teórica) o puede que no; y no hay manera de saber cómo las va a entender el receptor. El fracaso de la comunicación, por tanto, está prácticamente asegurado. Pero todos seguimos adelante, fingiendo que nos entendemos. Y eso es grave, especialmente si pretendemos estar haciendo ciencia.

Otros términos, aunque también se usen en la universidad, tienen ámbitos de aplicación más amplios, como la innovación, el liderazgo, la igualdad, las sinergias o la cultura.

El ámbito fetén en el que este tipo de palabras alcanza su hábitat perfecto es, desde luego, el político. Libertad, democracia, derechos, progresista, fascista, liberal, facha, comunista... La mayor parte de las veces, en boca del político de turno (o del grupo de tifossi correspondiente), estas palabras no significan nada, bien porque han ampliado su significado hasta abarcar cualquier cosa que interese en el momento (todo se puede probar si las palabras que se usan no están claramente definidas, que decía André Maurois), o bien porque lo han deformado hasta el insulto. 

Tratar con algo de detalle cada uno de estos términos exigiría muchísimo tiempo (además de unos conocimientos que me temo que no poseo). Sólo voy a poner un pequeño ejemplo: una búsqueda de un minuto en Google encuentra cultura de la violencia, de la violación, de la vida, de la cancelación, de la diversidad, de la innovación, de la legalidad, de la organización, del trabajo, de la conversación, de la participación, de los cuidados, de la muerte, de la sal, de la performance, de la dieta, de la queja, de los invisibles y hasta de la basura. Como puede verse, cultura, en estas expresiones, significa cualquier cosa y no significa nada.

La conclusión de lo anterior es clara: es necesario someter a todas estas palabras a una severa cuarentena, hasta que puedan volver a servir para comunicar algo de verdad. En primer lugar, amable lector, evítalas en la medida de lo posible, no sólo en tu discurso (escrito u oral), sino, sobre todo, en tu mismo pensamiento. En segundo lugar, huye de quien las usa con frecuencia como de la mismísima peste. Porque lo es.