lunes, 9 de junio de 2008

Decálogo universitario

Llevo media vida en la Universidad, en la de Deusto, pero también en otras. Tengo familia y amigos en diversas universidades, y sé de sus trabajos, afanes, problemas y sinsabores. En definitiva, en estos años, aquí y allá, creo haber aprendido algunas cosas (tampoco muchas, al fin y al cabo), que voy a intentar resumir en esta especie de decálogo desordenado. Se trata de generalizaciones, por lo que no deben verse alusiones a personas o situaciones concretas:

  1. En la Universidad florece la paradoja, por lo demás universal, de que "quien sabe no puede, y quien puede no sabe".
  2. En la Universidad conocerás las inteligencias más luminosas, pero también los tontos más rotundos. El estudio no siempre genera conocimiento, ni éste implica sabiduría. En definitiva, la universidad no sirve de antídoto contra la estulticia.
  3. Frente a la Universidad como templo del saber, debes reivindicar la importancia del no saber: un saber que no lleve aparejado su correspondiente no saber es acaso la mayor necedad. (Corolario: es tal vez más importante que enseñes lo que no sabes que lo que sí sabes; esto último se encuentra fácilmente en los libros).
  4. Por mucho que sepas, y por muy prudente que seas, siempre habrá un momento en el que dejes al descubierto tu ignorancia. Procura, de todas maneras, saber más, mejor y –sobre todo– ser más prudente. (Corolario: no te burles de la ignorancia del vecino, porque la compartes; sí puedes hacerlo, acaso, de su imprudencia.)
  5. Es fácil ser bueno en aquello en lo que inviertes mucho tiempo. Por tanto, todos tus logros tampoco valen tanto.
  6. A tu lado hay mucha gente, y casi todos tienen potencias, saberes y méritos que ignoras.
  7. Además del conocimiento y la inteligencia, la experiencia es indispensable para conseguir esa facultad indefinible que se denomina criterio. Pero no olvides que la experiencia no consiste tanto en las cosas que has experimentado, como en las cosas sobre las que has reflexionado.
  8. ¿No consigues ser brillante, destacar entre tus colegas? Bueno, es una pena, pero no pasa nada: con ser honrado tienes más que suficiente.
  9. Un mal profesor lo es por la combinación, en proporciones muy diversas, de tres razones principales: no saber lo suficiente, carecer de verdadero interés por que sus alumnos aprendan y presentar alguna "deficiencia" personal (tener pocas luces o poca vergüenza son las más habituales). Nada de esto se corrige con pedagogía. (Corolario: ¿quién se atreve?)
  10. Sea cual sea tu situación, desde el instante en que "te lo crees" estás perdido.

Estas diez sagacísimas sentencias resumen lo que he aprendido. Tal vez dentro de algún tiempo escribiría otras; tal vez entonces éstas me parezcan tontas. En todo caso, podemos acabar como Groucho Marx: éstos son mis principios; y si no te gustan, tengo otros...