lunes, 10 de diciembre de 2018

Universidad y violencia contra las mujeres

El pasado 25 de noviembre de 2018, los 51 miembros de la Red de Unidades de Igualdad de Género de las Universidades Españolas para la Excelencia Universitaria (RUIGEU) firmaron un Manifiesto con motivo del Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. Puede leerse en https://www.uv.es/ruigeu2/MANIFIESTO25N_2018.pdf. Me gustaría repasar rápidamente algunos de los dislates que, a mi juicio, contiene el documento.

1. Comienza el Manifiesto hablando de la lucha contra todo tipo de violencia sobre las mujeres, violencias que están asentadas sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, construidas culturalmente mediante prácticas discriminatorias. Es decir, según la RUIGEU, todas las violencias nacen de la desigualdad, no cabe por tanto un acto violento contra una mujer que no esté asentado sobre la desigualdad. Esto es sencillamente falso.

2. La RUIGEU entiende que un objetivo prioritario de las universidades debe ser colaborar con los poderes públicos y la sociedad en su conjunto para poner fin a las violencias ejercidas contra las mujeres. Por eso, afirma que las universidades tenemos como núcleo irrenunciable de actuación, el principio de igualdad. A mi modo de ver, esto es un grave error de concepto. 

Por supuesto que el principio de igualdad debe ser observado en la universidad. Ese principio, y otros muchos. Pero esa observancia en ningún caso debe ser el núcleo de su actuación. A quién podría parecerle mal que la universidad colabore en la erradicación de la violencia (contra las mujeres y contra quien sea). Pero eso no ha de ser de ningún modo un objetivo prioritario. La universidad está para otras cosas.

3. La RUIGEU insiste en la necesidad de acabar con todo tipo de agresiones, abusos y acosos sexistas en las universidades. De lo que cabe deducir que estos hechos se producen con cierta frecuencia. Yo, sin embargo, creo que, de existir, son excepcionales. Por supuesto, puedo estar equivocado (o mal informado). Pero en lo que sí creo tener razón es en lo siguiente: si hoy se da un caso de esos en cualquier universidad, ésta tiene plena capacidad de actuación. No necesita hacer manifiestos, ni pedir nada: basta con que cumpla con su obligación ciudadana; cuenta para ello con su propia reglamentación y el recurso a la justicia ordinaria. Afirmar que todo esto existe cotidianamente en la universidad no es sino reconocer su propia culpa. ¿Qué pasa, que actúas mal? Pues cállate y actúa bien…

4. La RUIGEU entiende que la universidad debe formar a todos sus alumnos en las competencias y destrezas necesarias para este indispensable cambio social hacia la igualdad, de modo que sus grados y posgrados capaciten para el ejercicio profesional con perfil cualificado en los procesos derivados de la violencia de género. Por supuesto, nadie sabe en qué consiste esa cualificación, ni cuáles son esas competencias y destrezas. También es digna de reseñar la pretensión de que todo perfil profesional deba incluir formación al respecto. Pero lo fundamental sigue siendo, a mi juicio, el error de concepto sobre el quehacer universitario: ¿desde cuándo la universidad está para enseñar a nadie a actuar ante un acto injusto? ¿Y además sólo debe hacerlo si la injusticia es contra una mujer? No digo que no lo haga, ni que no sea su deber hacerlo: digo que su objetivo es otro.

5. La RUIGEU reclama el apoyo de los poderes públicos: la dotación económica dispuesta por el Pacto de Estado, y gestionada por las Comunidades Autónomas, debe contener la previsión correspondiente para incluir a las universidades como agentes intervinientes en la lucha contra la violencia de género, dotándoles de los medios materiales y humanos suficientes. […] necesitamos el respaldo institucional y financiero del gobierno de las comunidades autónomas para acometer las políticas de género, ya que, sin dicho respaldo, resulta muy difícil, cuando no inviable, que las universidades, y sus unidades de igualdad, podamos asumirlas

Me temo que hemos dado con la auténtica finalidad del Manifiesto: la pasta. Quieren más dinero. ¿Para qué? No lo dicen. Yo no entiendo muy bien la necesidad de un presupuesto específico para atajar la violencia o la injusticia en una universidad. Pero, en cualquier caso, no dicen: quiero dinero para hacer esto, y lo otro y lo de más allá. Sólo dicen: dame dinero, porque mi objetivo es justo. Y eso es hacer trampa.

6. El Manifiesto asume que sólo hay un punto de vista correcto para afrontar la violencia contra las mujeres: la ideología de género. Más aún, entiende que afrontar estos problemas desde otra perspectiva es, no sólo erróneo, sino contraproducente: la ausencia de perspectiva de género en la evaluación de los hechos que fundamentan la violencia de género lleva a la consolidación de falsos presupuestos, otorgando autoridad a quienes niegan la existencia de una violencia sistémica contra las mujeres. Estamos, pues, ante una versión del clásico o conmigo o contra mí. Creo que el batiburrillo mental en la cita anterior es evidente: parece ser que hay unos hechos (¿cuáles?) que fundamentan la violencia, y no verlos desde una determinada perspectiva supone dar la razón a quienes niegan dicha violencia, que de paso resulta ser sistémica… Además, en esto hay otro grave problema: que nadie sabe muy bien en qué consiste exactamente la tan manida ideología de género

7. Dejo para el final el disparate más grave, a mi juicio: es ineludible la transversalización de la perspectiva de género en todas las áreas de conocimiento según el grado de intensidad que se requiera en cada una de ellas

Me pregunto si la RUIGEU habrá oído hablar del Decreto Orovio, que en 1875 suspendió la libertad de cátedra en España y prohibió –entre otras cosas– cualquier enseñanza contraria a la doctrina católica. Seguro que a la RUIGEU le parecería intolerable que alguien hoy en día pretendiera que en la universidad la doctrina católica fuera una perspectiva transversal en todas las áreas de conocimiento. ¿Y por qué entonces le parece bien si se trata de la ideología de género? Lo inaceptable es pretender que el quehacer científico y académico deba someterse a una ideología, sea ésta la que sea. La presión ideológica sobre la universidad ha existido siempre; pero que ahora sea la propia universidad la que solicite para sí misma un yugo ideológico es el colmo: las ranas pidiendo un rey, los pájaros llamando a los cazadores.

Luchar contra la violencia contra las mujeres es un objetivo loable. Luchar contra cualquier violencia lo es. El problema no está en el objetivo, sino en los medios utilizados. Y los medios propuestos por la RUIGEU (subversión de los objetivos universitarios, sometimiento ideológico) son inaceptables.