miércoles, 5 de enero de 2022

Música de moda: ¿música?

He visto en un periódico la lista de los cinco cantantes más seguidos en España este pasado año 2021 en Spotify, así como la de las cinco canciones más escuchadas. Como comprenderá quien siga leyendo estas líneas, prefiero no dar los nombres. El caso es que he indagado sobre esos músicos, he escuchado esas cinco canciones con atención... y ahora estoy un tanto aturdido.

Como los nombres de las dos listas no coinciden, y en tres de las canciones intervienen varios autores, el número total de cantantes involucrados es once. Todos ellos son puertorriqueños o colombianos y se dedican, básicamente, al reguetón y al trap latino. Las cinco canciones van, efectivamente, en esa línea.

Tratar sobre la calidad musical es siempre delicado, pero creo que tengo una mínima cualificación para intentarlo. Si nos pusiéramos exquisitos, podríamos llegar a afirmar que esas cinco canciones son basura musical, pero eso sería excesivo. Sí creo que puede sostenerse que son muy pobres, musicalmente hablando, y que ninguna de ellas merece ser recordada (ni siquiera escuchada, probablemente). Comprendo que la ópera wagneriana por decir– no sea lo más seguido en ninguna parte, pero es que estos cinco casos se sitúan justo al otro extremo. 

No se puede comer a diario en un restaurante de tres estrellas michelín, porque no hay estómago (¡ni bolsillo!) que lo resista, pero existen magníficos locales en los que comer un menú del día asequible, sano y sabroso. Lo que no se debe consumir es comida-basura, sea rápida o lenta, barata o cara (casi siempre rápida y barata, al menos aparentemente). Lo mismo pasa con el arte, en general, y con la música, en particular. Cada año se publican, en España y en todas partes, muchas más de cinco canciones sanas y sabrosas, es decir, bonitas e interesantes. Estas cinco, en cambio, no son al menos para mí sabrosas, ni mucho menos sanas.

Llegamos así a la parte más comprometida, porque tiene que ver con mis percepciones, mis ideas y mis gustos. Se trata de que los vídeos de las canciones, los aspectos personales, los atuendos, las poses, las letras... todo me resulta desagradable, en términos generales, e incluso despreciable en no pocas ocasiones. Lo asocio con cierto modelo de actitud y comportamiento, social y personal, que sitúo en las antípodas de mi ideal, y que creo que es francamente nocivo, especialmente para los jóvenes que lo consumen. 

Es difícil argumentar concienzudamente los motivos de mi desprecio y me llevaría mucho tiempo intentarlo. Tampoco creo que sea el momento de ensayar generalizaciones pomposas, que pueden sonar muy sesudas pero que vaya usted a saber si son correctas (por ejemplo: el rap es una expresión musical del neoprimitivismo de nuestra época, que es a su vez un síntoma de la decadencia de nuestra civilización). Como no estoy seguro de poder hacer nada de esto bien, me limitaré a copiar algunos versos escogidos de estas canciones, repletas de machismo, sexismo, consumismo, exaltación de la fiesta discotequera y del consumo de sustancias adictivas:

  • Contigo quiero despertar / Hacerlo después de fumar
  • Aunque quiero comerte to' eso completo / De ese culo me volví un te'co
  • Micro dosis, rola, oxy / Besando esos labios glossy / Ya yo le di en to'as las posi'
  • Me enamoré, precisamente, de una chica que no es mía
  • Si me dieran solo 24 hora', yo la' aprovecho / Jura'o que yo voy a hacerte cosa' que nunca te han hecho
  • Si me das tu dirección, yo te mando mil carta' / Si me das tu cuenta de banco, un millón de peso' / [...] / Y yo te compro un Banshee / Gucci, Givenchy /Un poodle, un frenchie / El pasto, los munchie'

Sé que una crítica tan rotunda puede ser injusta (¿tendrá que ver mi edad?), y me disculpo por ello, pero uno no puede dejar de tener sus filias y sus fobias.

En fin, sólo me resta confiar en que estas estadísticas contengan algún sesgo, del tipo que sea, y que haya otras muchas personas escuchando otras músicas, en Spotify o donde sea. Porque, de no ser así, aviados vamos.



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