domingo, 15 de mayo de 2005

Guerra de sexos

¿Qué es la guerra de sexos y qué puedo decir yo acerca de eso? Supongo que la cuestión se podrá analizar desde perspectivas diversas. Si fuera psicólogo, tal vez sabría explicar qué parte de nosotros deriva del hecho de ser sexuados, qué cualidades corresponden a cada sexo y cuáles de ellas entran o pueden entrar en conflicto recíproco. Si yo fuera psicólogo... pero no lo soy.

Si yo fuera paleobiólogo, probablemente creería que detrás de un hombre y una mujer hay largos siglos de evolución divergente, y mantendría la hipótesis de que el auténtico origen de la guerra de sexos está en el momento evolutivo del bipedismo y de la pérdida de celo. ¿Será todo eso verdad? No lo sé: como no soy paleobiólogo...

También se puede disertar largo y tendido sobre la guerra de sexos y la violencia, el abuso de poder, la educación, la instrumentalización de la diferencia, etc. ¿Qué necesitaría ser para hacer eso? Lamentablemente, casi cualquier cosa: sociólogo, pedagogo, pero también contertulio, famoso, concursante, listo profesional...

También podríamos recurrir a algunos de los grandes nombres de la Historia. Podríamos así aprender que la mujer es un ser inferior ("la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades" –Aristóteles–), pero con la cualidad de resultar atractiva ("la mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido, aunque agradable y gracioso" –Erasmo de Rotterdam–), y que debe por tanto cultivar únicamente la cualidad de gustar ("no hay manto ni sayo que peor siente a una mujer que el querer ser sabia" –Martín Lutero–). Queda claro, pues, que la mujer existe para ser utilizada por el hombre ("las mujeres están para ser gustadas. Después, unas se dejan, otras no… Eso ya va por provincias" –Camilo José Cela–). En definitiva, esta pequeña ensalada de perlas nos enseña que el genio y el patán pueden perfectamente convivir debajo del mismo sombrero. Si algo queda claro en esta historia de hombres es su definitiva ineptitud para comprender a las mujeres; lo reconocía claramente Sigmund Freud: "la gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?"

Otra luz que puede iluminar la cuestión de la guerra de sexos es la del humor, puesto que hay miles de chistes de todo tipo que la ilustran copiosamente. Estas pocas líneas no permiten tratar más que uno de esos tipos: el que parece en primer lugar "reversible" (que puede contarse tanto acerca de hombres como de mujeres), pero suscita la reflexión de si, en verdad, pueden aplicarse en sentido doble. Estos chistes son auténticas joyas de perspicacia. Por ejemplo, éste que clasifica las cuatro fases del enamoramiento masculino: "Primero te gustan todas; luego, sólo te gusta una; más tarde, vuelven a gustarte todas; por último, te gustan todas menos una". ¿Puede predicarse lo anterior de los dos sexos, o acaso conviene más al masculino? Tal vez se ajuste más al femenino esta revisión del chiste anterior, hecha por un amigo mío: "Primero te gustan todas; luego te casas y ya no te gusta ninguna". Dilucidar si estas dos versiones presentan una distribución sexual y ensayar posibles explicaciones para cualquiera de las dos opciones, creo que podría dar para alguna que otra sesuda tesis doctoral.

En fin. Ya casi he terminado mi ejercicio de redacción. Me habría gustado ser psicólogo, paleobiólogo, sociólogo, pedagogo, incluso listo. Pero como, al parecer, no soy nada de eso, ni sé de nada, he acabado contando chistes. Sin embargo, creo que en ellos se puede encontrar la manera tal vez más humana de encarar la dichosa guerra de sexos: mirar con honradez cómo somos, qué ridículamente nos comportamos tantas veces, y sonreír después con benevolencia. Porque en esa sonrisa anidan la comprensión, el perdón (¿es que no son lo mismo?) e incluso, a veces, el propósito de enmienda.

(Publicado en la revista Deusto, nº. 86, 2005, pág. 39)