jueves, 2 de septiembre de 2021

Mi amiga

[NOTA: escribí este texto el pasado 16 de agosto. No sabía si publicarlo o no,
pero al final me he decidido a hacerlo hoy, día 2 de septiembre.]

Este domingo se me ha muerto una amiga muy querida. No quiero expresar aquí mi pena (es privada y semejante a la de cualquiera), sino compartir un par de reflexiones que me rondan por la cabeza a raíz de esta noticia fatal.

La lucha de mi amiga contra su enfermedad ha sido larga y ejemplar. Sabemos desde chicos que la vida es una constante carrera de obstáculos, cada vez colocados a mayor altura. Solemos olvidar, no obstante, que el último obstáculo, el más difícil, es envejecer y morir. Para esta última etapa, como para todas, no estamos preparados, porque carecemos de experiencia. Sin embargo, también como en las anteriores, aquí nos ha de valer lo aprendido gracias al ejemplo de otros. En mi caso, casi todo lo que he aprendido sobre la cuestión se lo debo a mi madre; pero también hay un par de amigos que me han enseñado mucho al respecto. 

Puede parecer que la enfermedad o la decrepitud son bromas crueles de un destino absurdo. Sin embargo, si algún sentido tienen, creo que sólo puede ser el aprendizaje: el propio y el de las personas cercanas. Mi amiga nos ha dictado una lección admirable de coraje, esperanza y dignidad. También por esto me siento honrado de ser su amigo.

Mi amiga es –¡ha sido, qué pena!– una excelente profesional, buena conocedora de su campo, inteligente, entusiasta, concienzuda, infatigable trabajadora. Varias de sus aportaciones resultan de estudio obligado para cualquiera que quiera adentrarse en su disciplina científica. Esto ya es más de lo que pueden decir muchos. Sin embargo, su aportación más valiosa no consta en ningún papel, ni puede ponerse en un currículo, porque se trata, simplemente, de su ejemplar comportamiento humano. Voy a apuntar algunos datos:

  • A pesar de saber más que muchos (que yo, por ejemplo), tenía muy claro lo poco que sabía de tantísimas cosas. Esto parece una obviedad, pero no lo es tanto: saber que sé lo que sí sé y que no sé lo que no sé, he ahí la verdadera sabiduría. En mi experiencia, además, la mejor comprensión del conocimiento propio suele ir unida a un menor interés por aumentarlo. (Conste que ese aumento no tiene por qué ser expansivo, sino que puede perfectamente moverse en una órbita centrípeta. Lo expresó bien Antonio Machado: Hay hombres que nunca se hartan de saber. Ningún día –dicen– se acuestan sin haber aprendido algo nuevo. Hay otros, en cambio, que nunca se cansan de ignorar. No se duermen tranquilos sin averiguar que ignoraban profundamente algo que creían saber.) Puede que sea el peso de la edad, o del resto de las circunstancias, pero la curiosidad se va perdiendo paulatinamente. Pues bien, yo no llegué a observar este fenómeno en mi amiga.
  • A pesar de lo serio de su trabajo, siempre lo tamizaba con una fina capa de humor e ironía. No dejaba de trabajar, pero tampoco de reír. Tómate en serio tu trabajo, pero no a ti.
  • Su generosidad ha sido inmensa. Su tiempo, su interés y sus recursos siempre han estado a disposición de todo aquel que lo solicitase. Ha ayudado a muchísima gente (a mí, por ejemplo), y ha hecho de su laboratorio –no sólo ella, es justo decirlo– una especie de casa común para todos nosotros.
  • Queda lo más importante: su bondad. Todo el que trataba con ella se sentía querido. Ha contribuido como nadie a que la mayoría de los que trabajamos este campo nos llevemos bien y seamos, incluso, amigos. Esto, lamentablemente, no es demasiado común en el mundo académico. Hay algunas personas que son como un regalo de la vida, porque a su alrededor todo es mejor y más fácil. Mi amiga era de ésas: siempre hacía mejor el sitio donde estaba.

La conclusión que yo saco de todo esto es que es muy importante ser un buen profesional, incluso destacado o eminente; pero lo fundamental es ser un profesional honesto y, si puede ser, bondadoso. Hablar de bondad o de amor parece una cursilada en este mundo nuestro, pero sigue siendo la gran verdad, también en la vida académica y científica.

Descansa en paz, amiga mía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario