El mensaje que España, de manera general, ha sostenido y sostiene en Cataluña es: "no puedes separarte de nosotros y, si lo intentas, lo impediremos por todos los medios".
El mensaje que debería dar es: "no queremos que te separes de nosotros y, si nos escuchas, creemos poder convencerte de que seguir juntos es lo mejor para todos".
El primer mensaje apela a la fuerza; el segundo, a la razón. Para sostener el primer caso, hace falta tener preparada la policía, el ejército, o lo que fuese necesario; en el segundo, lo que hay que tener preparados son argumentos. En el primer caso, se aspirar a vencer; en el segundo, a convencer. Cuando se maneja la fuerza, se gana o se pierde; cuando se razona y se argumenta, no se pierde, sino que, en ocasiones, se cambia de opinión.
España dispone (en principio, al menos) de la fuerza precisa para el primer caso. ¿Dispone de los argumentos precisos para el segundo? Y si los tiene, ¿para qué necesita la fuerza?
Yo aspiro a vivir en el segundo de esos dos países. El primero no deja de ser una cárcel. ¿Y desde cuándo al carcelero le sorprende que el reo aspire a escapar?
Todo lo anterior es válido para cualquier otro lugar. La diferencia estriba en la cantidad y calidad de los argumentos que puedan aportarse en la discusión, en un sentido u otro.
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