martes, 6 de abril de 2021

Fútbol, pandemia y estulticia

El pasado 3 de abril, día de la final de Copa del Athletic contra la Real, sucedieron en Bilbao varias cosas difíciles de entender, al menos para mí, sobre las que me gustaría reflexionar brevemente:

1. Al parecer, el número de los descerebrados es mayor de lo que comúnmente queremos admitir. Ese día, un montón de personas, bastantes de ellas formando desde el principio grupos de más de cuatro, se fue poco a poco dirigiendo hacia unas determinadas zonas de Bilbao. ¿A qué iban, sino a congregarse? ¿Acaso no sabían que semejante agrupación estaba expresamente prohibida por las autoridades? Por supuesto que sí: simplemente, les daba igual. ¿Acaso desconocían que su actuación acarrearía muy probablemente un agravamiento de la situación sanitaria? Por supuesto que sí: simplemente, les daba igual. Cuánta razón tiene el viejo dicho: si los tontos volaran se nublaría el sol.

2. Buena parte de esos botarates eran jóvenes, pero no todos. Además, estoy un poco harto de que ser joven se convierta en un paraguas que todo lo cubre. Por una parte, sabemos que un quinceañero puede muy fácilmente comportarse como un inconsciente atolondrado; pero eso no impide que pueda y deba ser reconvenido y controlado por sus mayores. Por otra parte, ¿desde cuándo un treintañero puede pasar camuflado como si fuera un niñato? Resulta que son ciudadanos con todos sus derechos, pero pretenden que se les rebaje parte de sus deberes "porque son jóvenes". ¿Pero qué timo es éste?

3. La actuación de las autoridades ha sido, una vez más, lamentable. Se pasaron los días previos exhortando al personal a no hacer nada fuera de lo común, pero fueron incapaces de prever lo que todo el mundo sabía: que sus deseos no se iban a cumplir. ¿Por qué no hubo nadie impidiendo los desplazamientos hacia el centro de Bilbao de los grupos numerosos? ¿Por qué no hubo nadie impidiendo que la gente comenzara a congregarse? ¿Por qué los bares de esas zonas no fueron seriamente advertidos o controlados? Nada de esto se hizo, de modo que, cuando una muchedumbre ya estaba congregada, por ejemplo en la calle Licenciado Poza, y cuando unos vándalos provocaron disturbios amparados en ella, la autoridad se vio incapaz de intervenir sin causar problemas mayores de los que debía solucionar, y no tuvo más remedio que abandonar la zona a su suerte, tras disparar, no se sabe muy bien para qué, media docena de pelotas de goma. Más tarde, y para más inri, nuestro lehendakari no sólo no hizo la menor autocrítica, sino que apoyó decididamente la actuación de la Ertzaintza, es decir, le pareció bien que la autoridad consintiera que se vulnerasen las normas. Asombroso...

4. A mi modo de ver, todos los bares que participaron en el jolgorio merecerían haber sido fulminantemente clausurados, por incumplimiento grave de las normas anti covid. Sin embargo, mucho me temo que no sólo no recibirán el menor castigo (o acaso una multita ridícula en comparación con sus ingresos de la jornada), sino que seguirán clamando por recibir mayores ayudas públicas, y seguirán presumiendo de su exquisito cumplimiento de las normas. Y todos los apoyarán, incluidos los pocos hosteleros que sí las cumplen. Así nos va.

5. Una última pregunta: ¿la actuación de las autoridades habría sido la misma si el motivo de las concentraciones hubiera sido otro diferente al fútbol y al Athletic?


 

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