martes, 11 de agosto de 2020

El retrato del Covid

Parece bastante claro que la gestión española de la crisis del Covid-19 deja mucho que desear. El primer responsable es, desde luego, Sánchez y su gobierno, con sus vaivenes, chapuzas y medias verdades (eso, siendo benévolo). ¿Es el único? De ningún modo. La gestión de la sanidad pública es, en cada autonomía, competencia exclusiva de su respectivo gobierno. Por tanto, todos los debes –y hay muchos– de la atención sanitaria, el diagnóstico, la prevención, etc. corresponden a cada gobierno autonómico. ¿Termina la responsabilidad con el gobierno central y los autonómicos? De ningún modo. En cada localidad, es la autoridad municipal la encargada de velar por el cumplimiento de las medidas de prevención y seguridad adoptadas. Y, al menos en mi entorno, los ayuntamientos han hecho una clara dejación de su obligación. Gobierno central, autonomías, ayuntamientos… ¿Está ya completa la lista de responsables? De ningún modo. Los ciudadanos son los primeros responsables del cumplimiento de las normas. Y, en términos generales, ese cumplimiento ha sido y está siendo muy insuficiente.

Así pues, esta crisis nos retrata a todos. Y todos salimos mal en la foto. Sin embargo, todos nos negamos a asumir nuestra cuota en el desaguisado; antes al contrario, somos inflexibles en la crítica a los demás, o al menos a aquellos que nos caen mal. En este sentido, la gresca constante entre el gobierno central y el de la Comunidad de Madrid es de auténtica antología… del bochorno. Por supuesto, asumir que todos tenemos culpa no equivale a que la culpa deba repartirse entre todos a partes iguales, puesto que los deberes y las responsabilidades son muy diferentes según los casos.

Esto es lo que somos: no hay buenos gobernantes con malos gobernados, ni buenos gobernados con malos gobernantes; tampoco hay gobernantes buenos en un lugar o en un nivel jerárquico y malos en los demás. La crisis revela una terrible verdad sobre nuestra sociedad: no hay ni buenos ciudadanos, ni buenos gobernantes. Y ahora mismo no importa demasiado decidir cuál es la causa y cuál el efecto.

No nos debemos quedar en la crítica, sino pasar a la acción, que no supone otra cosa que cumplir cada uno con su deber y procurar que el vecino haga lo mismo. Y así como los gobernantes tienen sus armas para hacer que los ciudadanos cumplan las reglas (policías, multas, etc.), los ciudadanos tenemos un arma poderosa para obligar a los gobernantes a cumplir con su deber: el voto. Que comportarse como unos cantamañanas sin escrúpulos ni vergüenza no les salga gratis.

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