lunes, 17 de agosto de 2020

Nuevas medidas

Ya tenemos nuevas medidas contra la expansión de la pandemia. O lo que es lo mismo: las medidas anteriores, que la administración defendió durante algunas semanas como suficientes, se han mostrado ineficaces. ¿Alguna explicación al respecto? Ninguna, por supuesto, salvo la velada acusación de que ha sido culpa nuestra, por no cumplirlas. Sin responsabilidad alguna por su parte.

Y en este punto, sucede, una vez más, la maravilla: como las reglas no se han cumplido, ponemos otras. ¿Alguien se pregunta por qué no se han cumplido las anteriores? No. ¿Alguien se pregunta si se van a cumplir las nuevas? Tampoco. Pero, con el cambio, parece que ya han cumplido con su responsabilidad.

En el caso esta pandemia, los comportamientos peligrosos que yo me he hartado de ver todos estos días ya estaban prohibidos antes, pero nadie se ocupaba de ello. ¿Qué me hace suponer que será distinto a partir de ahora? Tal vez la cosa cambie en las madrugadas (yo estoy dormido entonces), pero tampoco veo muy importante prohibir taxativamente a partir de una determinada hora los comportamientos que nadie se ha preocupado por evitar antes de esa misma hora.

Este procedimiento no se limita a este caso, sino que constituye una norma general en nuestra sociedad: cuando una ley no se cumple, ponemos otra. Como los coches no cumplen una limitación de velocidad, bajamos ese límite. Como los establecimientos no cumplen el horario de cierre, adelantamos el horario. Como algunos trabajadores no cumplen con sus obligaciones, aumentamos la carga laboral, o endurecemos los controles a todos. Los ejemplos podrían amontonarse. Especialmente llamativo es, a mi juicio, el caso de la educación. Cada pocos meses cambiamos una ley de educación que no ha podido desarrollarse, tanto por falta de medios como de tiempo material, por otra ley que tampoco podrá desarrollarse, por los mismos exactos motivos. 

Esto nos conduce a otra observación general: los políticos actúan como si fueran el mismísimo Yahvé: “fiat”, hágase. Olvidan que este proceder sólo podría tener alguna posibilidad de éxito en caso de omnipotencia. Olvidan que con escribir algo en un papel todavía no se ha hecho nada, o casi nada: hace falta poner los medios para que pueda cumplirse, hace falta trabajar para ello, hace falta revisar su cumplimiento, hace falta tener previstos los retoques que la experiencia pueda aconsejar, etc. Pero ni ellos lo hacen, ni nosotros nos damos cuenta de la engañifa. Así nos va.

No hay comentarios:

Publicar un comentario